Fiyi, las Maldivas, Santa Lucía… Para mucha gente, estos nombres evocan imágenes de vacaciones exóticas en la playa, vegetación exuberante y aguas turquesas. Pero más allá de su sorprendente belleza natural, estos países también están luchando su parte justa de problemas económicos y ambientales, muchos de ellos directamente relacionados con su condición de pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID).
Reconocidos por primera vez por las Naciones Unidas en 1992, los PEID son un grupo de 38 países aparentemente dispares (i) ubicados principalmente a través del Pacífico, el océano Índico, el Atlántico y el Caribe. Aunque dispersos por todo el mundo —a veces a miles de kilómetros de distancia—, estos países insulares tienen mucho en común y enfrentan muchos desafíos similares.
En particular, la mayoría de ellos tiene un potencial económico limitado debido a su tamaño modesto, población pequeña y falta de recursos naturales. La distancia plantea un desafío importante también, ya que muchos PEID están ubicados demasiado lejos de los mercados principales para ser capaces de participar plenamente en la economía mundial.
Otro factor común es su exposición y vulnerabilidad a desastres naturales como ciclones, inundaciones, marejadas y deslizamientos de tierra que tienden a afectar a los PEID con mucha más frecuencia que a otros países. Como la mayor parte de la población y los activos están concentrados a lo largo de la costa a baja altura, cualquiera de esos acontecimientos puede amenazar rápidamente las vidas humanas y causar estragos en su economía. Cuando el ciclón tropical Pam golpeó a Vanuatu, nación insular del Pacífico, en 2015, el daño y las pérdidas resultantes ascendieron a más del 64 % de PIB (i) del país.
El cambio climático está exacerbando la situación, provocando fenómenos meteorológicos más frecuentes y más intensos, temperaturas más altas, y el aumento del nivel del mar, un fenómeno que pone en peligro la existencia misma de varios PEID.
Si bien el riesgo climático afecta a casi todos los aspectos de la vida en los PEID, el transporte se ve afectado de manera desproporcionada (i), en parte porque la infraestructura en muchos lugares se encuentra en áreas propensas a los desastres justo al lado del mar. En el caso de un desastre, el daño a la infraestructura de transporte puede representar una gran parte de las pérdidas totales del desastre, debido a que los caminos, los puertos y las pistas de aterrizaje suelen estar entre los activos más valiosos de un país. En Dominica, por ejemplo, la infraestructura de transporte está valorada en el 82 % del PIB.